Laura Sanko, una de las voces más reconocidas de las transmisiones de UFC, consiguió esta semana un logro que trasciende micrófonos y cámaras: un cinturón negro en Jiu-Jitsu brasileño. La hazaña, anunciada por ella misma en las redes sociales, cierra —o mejor dicho, inicia— un nuevo capítulo en un viaje que ya dura 19 años.
La simple entrega de la banda como gesto simbólico no hace justicia a la complejidad del camino que ha recorrido Laura. A lo largo de casi dos décadas, Sanko equilibró el entrenamiento, la maternidad, una corta carrera como luchadora profesional y un ascenso meteórico como reportera y más tarde como comentarista en el escenario más grande del mundo de MMA.
“Ahora puedo usar este emoji 🥋. Se siente increíble ser parte del club de cinturones negros… un viaje de 19 años que apenas comienza. No intentaré nombrarlos a todos, pero a todos los entrenadores que han compartido sus conocimientos conmigo y a cada compañero que ha compartido su esfuerzo conmigo a lo largo de los años… gracias”, escribió Sanko en su perfil de Instagram.
Pionera
Para muchos fanáticos nuevos, Laura Sanko es “solo” la voz constante y técnica en las transmisiones de UFC, la primera mujer en asumir el papel de comentarista en el octágono en la era moderna de la liga, con un debut histórico en UFC Vegas 68 y, más tarde, en una tarjeta numerada, en UFC 293, en Sydney.
Pero antes de eso, ella era una deportista. Entró en la jaula del Invicta FC en 2013, ganó por sumisión (un estrangulamiento trasero en el segundo asalto) y se despidió de la escena competitiva para dedicarse a la maternidad después de descubrir que estaba embarazada.
UFC Kansas City
El logro llega en un momento simbólico: la UFC regresa este fin de semana a Kansas City, la ciudad donde Sanko vive actualmente y mantiene profundos lazos con la comunidad local de artes marciales. Ella volverá a estar a cargo de las transmisiones, junto a Paul Felder y Brendan Fitzgerald, en un evento encabezado por Ian Machado Garry y el brasileño Carlos Prates, una pelea que promete ser emocionante, pero que tendrá, al menos para ella, un brillo especial fuera de la jaula.